18.1.09

Crítica de NINA

"NINA" ASESTA MUY BUENOS GOLPES DE TEATRO

Buenos Aires, 14 de enero (Télam, por Héctor Puyo)

La obra "Nina", del español José Ramón Fernández, con dirección de Jorge Eines y actuación de Heidi Steinhardt, Pablo Razuk y Eduardo Ruderman, es un ejemplo de sensibilidad y equilibrio que se acaba de conocer en Ciudad Cultural Konex.

Con notorio anclaje en "La gaviota", de Antón Chejov, hace trascender al personaje femenino un tanto como sucedía con "Lo que pasó cuando Nora dejó a su marido o Los pilares de las sociedades", de Elfriede Jelinek, conocida aquí en el San Martín en 2003, que venía de "Casa de muñecas", en Henrik Ibsen.

La diferencia entre ambas piezas radica en que la premio Nobel austríaca hace permanecer a su Nora en Europa, al tiempo que altera el género narrativo y lo aleja de Ibsen, y el madrileño Fernández ubica la acción en la Argentina e intenta permanecer al calor del maestro ruso.

Nina es aquella joven de las afueras de Moscú que se encandilaba con escritores y dramaturgos mientras soñaba con un futuro de actriz en la gran ciudad, y ahora llega a algún pueblo de la costa argentina, ya como treintañera e intérprete poco afortunada.

Allí es recibida por un viejo que la reconoce de años pasados y, sobre todo por Blas, un maestro que en la obra de Chejov respondía al nombre de Medvedenko, casado con María (Masha en el original) y dueño de una vida rutinaria y sin alegrías.

El hombre -antes un brillante intelectual, cinéfilo que asombraba a sus amigos por la exactitud de sus conocimientos- permaneció en el pueblo mientras Nina hizo una mediocre carrera en el teatro y el cine.

El encuentro entre ambos tiene más pesadumbre que alegría, pero, atento a las pautas chejovianas, Fernández los hace discurrir por hechos y recuerdos que parecen banales pero en el fondo van construyendo inexorablemente una historia.

Así se sabrá que los sueños de Nina, quien ha perdido un hijo, están muy lejos de haberse plasmado, en tanto Blas se ha adaptado a las infidelidades de su esposa con un tal Gabriel (en el original, el suicida Kostia Tréplev), un sujeto en apariencia exitoso y seductor.

Todo eso el autor lo redondea con el personaje de Esteban, el viejo que funciona como contacto entre ambos y protege la relación; es el único personaje de entera confección por el dramaturgo español, aunque no hubiera desentonado en "La gaviota".

El gran triunfo del director Eines es haber consolidado la enorme humanidad del trío y enfocado la acción con una delicadeza inusual, un concepto escénico ahorrativo y sutil en el que no hay efectos fuera de lugar.

Para ello contó con un trío de actores formidables, con un Pablo Razuk de notable sensibilidad en los tonos bajos como el hombre que siente que su vida cambia -aunque sea fugazmente- con la llegada de Nina.

La titular, Heidi Steinhardt, saca partido de su físico menudo de apariencia frágil y una voz muy trabajada, dando una verdadera imagen del desamparo que sin embargo no se permite la derrota.

Más allá de las ajustadas escenas entre la pareja –incluida una de sexo resuelta sin exhibicionismo-, Ruderman insufla una ternura especial al papel de Esteban, originalmente a cargo del fallecido Héctor Malamud.

El actor vuelte al teatro después de 30 años de inactividad en el género -estuvo dedicado a la TV y a la enseñanza en una escuela de cine-, pero esa larga ausencia no se le nota.

"Nina" se ofrece en Ciudad Cultural Konex de jueves a sábado a las 21.(Télam)

No hay comentarios: